Encuentro con el oso pardo cantábrico en libertad

La gran mayoría de días, ser fotógrafo de naturaleza implica volverse a casa sin ni sacar la cámara de la mochila. Cuando además se trata de animales salvajes y no de flora, paisaje o macro, es todavía más difícil conseguir alguna foto. 

Sin embargo, hay jornadas, que, a pesar de ser breves, compensan las muchísimas otras sin éxito. Estas que voy a contar hoy, sin duda han sido de las mejores experiencias, junto con los lobos de la entrada anterior, que me han pasado como fotógrafo de naturaleza.

Como dije en la pasada entrada (si no la habéis visto, la dejo por aquí), todos los veranos desde que soy pequeño, los paso en un pueblo cerca de los Ancares leoneses. Este año me he centrado mucho en intentar grabar y fotografiar los lobos ibéricos así que he estado haciendo muuuchas horas de espera (tanto de mañana como de tarde) en la cordillera cantábrica. Muchas sesiones han sido sin ver nada, otras, viendo animales “comunes” y algunas pocas, la naturaleza me ha recompensado todo el esfuerzo.  

4 de Agosto de 2020.

Empieza la jornada de tarde. Toca hacer espera al lobo, a ver si hay suerte y los vemos cerquita en una zona de paso y aprovechamos para hacer algún vídeo con la Canon EOS R6. 

Nos ponemos mi padre y yo, cada uno con su equipo y sus prismáticos a mirar. Es una zona en la que se ven dos laderas y varios caminos donde muchas veces he visto huellas y rastros de lobos. 

Pasan las horas y tan solo se escucha caminar a los rebecos, pero ni se ven (es raro porque es una zona muy tranquila en la que no suelen tener molestias). 

Va cayendo el sol y con él las esperanzas de ver algo. De repente, ya cuando estamos a punto de recoger, mi padre ve algo en una curva del camino. Gira la cámara para hacer una foto, pero el animal en cuestión, ve a mi padre y se da media vuelta sin poder identificarlo. Mi padre, por la manera de moverse me empieza a decir: ¡¡Marc, Marc, un lobo o un zorro!! ¡¡Acabo de ver un lobo o un zorro en el camino, pero se ha ido antes de poder hacerle fotos, era un cánido seguro!!

Ni corto ni perezoso, saco la cámara del trípode, empiezo a correr a través del brezal hasta llegar al camino y luego, en vez de ir justo donde había salido el animal, rodeo la montaña para salir a un cortafuegos donde se ve la otra vertiente (para que os hagáis una idea, a unos 300 metros de donde estábamos). 

Cuando llego allí, empiezo a mirar y nada, no veo nada, ni rebecos. Sigo mirando por todo el valle y de repente escucho el sonido de algo moviéndose entre los brezos justo debajo de mí. Me siento en el suelo, y voy siguiendo el movimiento. Va directo hacia el cortafuegos donde yo estaba. A través del visor veo que es algo muy oscuro y en un hueco entre la vegetación veo que, efectivamente, no era ni rebeco ni ciervo. Llega al cortafuegos, empiezo a hacerle fotos, y me doy cuenta de que es un oso. ¡¡Subidón!!

Pasada la primera ráfaga, pienso: “joe, que oso más peque, parece un joven…” miro por el otro ojo y veo que, en efecto, es un oso muy muy pequeño, pero no un joven como pensaba, sino una cría del año…

Emocionadísimo, intento hacer un vídeo y justo cuando le doy al botón de grabar, escucho un “SNIF, SNIF” a lo bestia. Sin dejar de grabar, miro por el otro ojo y ¡plas! veo la osa a nada de mí, como mucho a 60 metros. Sale al cortafuegos, le hago alguna foto y algún vídeo a pulso (aprovechándome del estabilizador de 4 pasos del nuevo objetivo de canon RF 800mm f/11) y me doy cuenta que detrás de ella sale otra cría más rubita. ¡¡Impresionante!!

La madre seguía oliendo, me detectaba por el olfato, pero ni me veía (estaba agachado al poco contraluz que había) y gracias a la R6, tampoco me podía escuchar, ya que el obturador electrónico no hace nada de ruido. Aún así no lo vio claro y en menos de 3 minutos se metió para el bosque y detrás de ella, las crías. 

En cuanto la dejé de escuchar, salí corriendo a buscar a mi padre, que se había quedado en el otro lugar porque no pensaba que fuera a ver nada… Aun se arrepiente de no haber sido un poco más optimista y haber venido conmigo jajaja. 

9 de Agosto de 2020.

Hoy es el día que mis padres y mi hermana se vuelven hacia Barcelona. Hacia las 6 de la tarde salimos mi primo Pol, mis tíos Jose y Ángel y yo de nuevo al mismo lugar donde vi la osa con las crías. 

Ellos llevaban esperanza de ver algún oso, pero ya les avisé que yo no pensaba que esa osa siguiera estando por ahí, que debía estar de paso entre los valles. 

Llegamos al sitio, aun es pronto y hace calor. Es un día medio nublado, así que la luz aguanta bastante bien. Monto la 1D-X Mark II con el 500 con el 2x por si sale alguna cosa poder grabarla bien. 

Pasa un rato y solo habíamos visto algunos rebecos a lo lejos. De repente, escuchamos como graznan los arrendajos dentro del bosque detrás de nosotros (en la zona donde se metió la osa). Giro la cámara por si acaso, pero al cabo de 2 o 3 minutos desde que los arrendajos se habían callado y no habíamos visto nada, dejamos de prestar atención y nos volvemos a poner mirando al frente en dirección al valle. 

De golpe, escuchamos un ruido muy fuerte, nos giramos los 4 y vemos algo oscuro saltar del cortafuegos al brezal. Un bicho gordo. A unos 30 metros.

Sin pensármelo, empiezo a buscarlo con la cámara y lo veo entre la vegetación. ¡¡Un oso!!  

Ellos 3 callados, el oso mirándonos y yo haciendo fotos como un poseso. Empieza a caminar el oso hacia nosotros, y yo, en cuanto le veo la cara, le suelto una ráfaga de 14 fotos por segundo jajaja. Al quedarle nosotros en contraluz, el animal no nos ve bien y cuando escucha mi cámara, ¡plas! se pone sobre dos patas. Todo esto a una distancia de unos 25 metros. 

Por supuesto yo me estaba tirando de los pelos, porque lo cortaba por todos lados con los 1000mm que llevaba. Pero claro, no me la iba a jugar a quitarle el dupli a la cámara porque igual me quedaba sin ninguna foto. 

El oso, en menos de 1 segundo se vuelve a bajar y sigue caminando-corriendo hacia nosotros, escucha otra ráfaga y otra vez de pie. Esta vez algo más de rato, quizás 2 segundillos. Sigue caminando y llega a un pequeño desnivel que quedaba como mucho mucho a 15-20 metros de nosotros. Se para, empieza a mirarnos y me brinda la oportunidad de tener un retrato de un oso pardo cantábrico en total libertad, con buena luz y un buen fondo. No me lo podía creer.

Continúa con su marcha, pero ahora que nos había identificado bien, algo más nervioso y un poco más rápido. Se mete en una zona donde no teníamos visión y aprovecho para quitar el duplicador y dárselo a mi primo (momento en el que me doy cuenta que están los 3 prácticamente en estado de shock jajaja). 

Vuelve a salir el oso, esta vez en una zona despejada, ya a unos 70-80 metros. Sigue caminando, y justo antes de meterse en el valle, se detiene, se da la vuelta y nos regala una última mirada que nos quedará para siempre en el recuerdo. 

Todo esto pasó exactamente en 3 minutos, así que ya os podéis imaginar el estado de pura adrenalina que teníamos en el cuerpo. 

Para rematar la tarde, a lo lejos, abajo del todo del cortafuegos y aunque fue vista y no vista, pudimos ver a la osa con las crías. Desde luego un día que difícilmente se repita. 

¡¡Espero que os haya gustado la entrada!!

¡¡Estad atentos a las redes que dentro de poco se avecinan nuevas entradas con más experiencias, fotos y vídeos!!

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