En busca del Lobo Ibérico

Desde que soy pequeño paso los veranos en un pueblo de los Ancares leoneses, Fabero del Bierzo, dónde se criaron mis abuelos y dónde nació mi madre. Se encuentra en Castilla y León, a pocos kilómetros de la frontera con Galicia y Asturias. Es la zona más occidental de la Cordillera Cantábrica y aquí, podemos encontrar algunos de los más impresionantes animales de la península ibérica.

Toda la vida me ha gustado mucho escuchar las historias que me cuentan mis abuelos y algunas de las que más me impresionaban son las que tienen como protagonistas los lobos. Desde el miedo que tenían de ir de un pueblo a otro por la noche (siempre se ha tenido al lobo como un animal al que tener miedo, respeto e incluso odio) a las historias que me cuentan de cómo, la gente del pueblo, cuando cazaba uno, se paseaban con el cadáver del animal por todo el vecindario e incluso por los pueblos de alrededor para que los habitantes les dieran alguna recompensa por su “valentía”.

A raíz de esto y de que en la reserva de los Ancares solo los había visto una vez en mi vida (cuando tenía 5 o 6 años, desde el asiento trasero del coche, iluminados por las luces y corriendo por una pista forestal, y aunque conservo el recuerdo a la perfección, no fue una observación muy buena), me marqué hace tres o cuatro años, el objetivo de observar y fotografiar los lobos en Ancares.

Después de muchas caminatas y esperas, este año he podido disfrutar de tres mágicas observaciones. Voy a intentar explicar cómo viví las dos primeras y qué es lo que pensaba en cada momento.

9 de Julio de 2020.

Empieza la jornada de tarde. Una pequeña caminata con la cámara y el trípode a la espalda y llego al sitio donde iba a hacer la espera. Un lugar que se encuentra en sombra todo el día, tapa bastante bien del viento y desde el cual tengo visibilidad a gran parte de la montaña. Había un poco de niebla y ya era tarde. Llevaba sentado mirando a través de los prismáticos unos 40 minutos. En ese tiempo había visto algún macho de cabra montés a lo lejos y varios rebecos, algunos en grupos y otros solitarios, pero ni rastro del lobo.

-Normalmente, cuando busco a través de los prismáticos voy peinando la zona hasta que veo algún animal o algo que me llama la atención. Si son animales que “están pastando” los dejo rápido atrás y sigo buscando. Si por el contrario están alerta o caminando, entonces ya me fijo más en ellos-.

En una de esas pasadas me fijé en un grupo grande de rebecos, estaban en la única nube de niebla de la montaña. Aunque me costaba, se podía ver que estaban todos tranquilos, así que seguí con mi búsqueda sin despegar los prismáticos de la cara. De repente, entre la niebla, a unos 30 metros del rebaño, veo una silueta poco familiar. En un milisegundo el corazón se me pone a 4000 revoluciones y ya lo vi claro, el lobo. Me empiezo a poner nervioso, dejo los prismáticos, le apunto con la cámara y empiezo a “disparar”, tenía la cámara apagada… La enciendo como puedo, temblando y llorando de la emoción, literalmente, (sí, la obsesión es real jajaja) y empiezo a hacerle fotos, obviamente sin configurar la cámara. Después de hacer algunas fotos con los parámetros de vídeo (f/22, 1/50…) pensé un poco, y más o menos ajusté los parámetros. La niebla entraba y salía rápidamente por el viento, así que la cámara me perdía el enfoque constantemente. El lobo se sentó, los rebecos seguían sin darse cuenta y yo que no podía ni respirar… Hice algún vídeo rápido, pero se metió la niebla y lo perdí de vista. No habían pasado ni 5 segundos que escuché la estampida de rebecos correr. Entre la niebla, me pareció ver la silueta del lobo corriendo detrás de ellos, pero no estoy seguro… Yo seguía buscando al animal como un loco, con el live view de la cámara, con el visor, los prismáticos, a ojo desnudo… hasta que le vi desaparecer montaña arriba detrás de una gran roca… Seguí buscándolo un buen rato más, pero llegó la noche y ya no lo volví a ver.

Pero bueno, a pesar de haber sido poco más de 2 minutos (como mucho) y no haber hecho fotos ni vídeos buenos, era un lobo ibérico en total libertad, así que me había merecido la pena todas las esperas y caminatas sin haber visto nada. Aun así, lo bueno de verdad vendría a la mañana siguiente.

10 de Julio de 2020.

Suena el despertador a las 5 de la mañana. Con la emoción de la tarde anterior a penas había podido dormir más de 3 horas en toda la noche. Aún así, me fui para la montaña y llegué al mismo lugar de la tarde anterior justo en el amanecer.

Mientras me recuperaba de haber subido rápido y cargado estuve viendo algunos rebecos y cabras pastando. En una de las pasadas vi algo que no me cuadraba, pero estaba muy lejos y no lo podía identificar bien con los prismáticos. A la que fui a enfocarlo con la cámara vi que era el lobo, otra vez, no me lo podía creer. Hice un par de fotos, pero justo empezó a caminar y quedaron movidas porque casi no había luz así que no lo pude identificar al 100%.

Quedó tapado porque se metió por un pequeño “valle glaciar”, no sabía por donde iba a salir así que estuve buscándolo en todas direcciones durante un ratillo. Pasaban los minutos y seguía sin verlo así que empecé a pensar que había alucinado un poquillo y que sería un rebeco, pero de repente, lo volví a ver, y esta vez acompañado. ¡Dos lobos, mínimo!

Tomaron el mismo camino que el anterior y quedaron tapados por la misma roca que el anterior, así que aproveché para enviarles el audio a mi familia de que estaba de enhorabuena por segundo día consecutivo. Obviamente mi padre había madrugado igual que yo, pero en Barcelona, solo para que le dijera por whatsapp si veía algún lobo jeje.

En seguida salieron, iban 3 lobos, uno muy grandote y con buena cola y 2 más pequeñines.

Esta vez me dije a mí mismo: “Marc, empieza a relajarte que tienes una segunda oportunidad para hacer fotos y vídeos”. Así que, en la medida de lo posible, me pude relajar, y vaya espectáculo… En los próximos 45 minutos estaría disfrutando de 3 lobos caminando entre la hierba, en el sol, en la sombra, más lejos, más cerca, corriendo por la cresta de la montaña, e incluso, intentando cazar machos de cabra montés.

Tengo que reconocer que en esta última situación sí me puse bastante nervioso, pero… ¿y quién no se pondría? Ver los machos más grandes plantarles cara a los lobos y estos tener que irse con la cola entre las piernas, fue, sin duda, el mejor momento de la mañana. ¿Qué hubiera estado bien que cazaran algo…? Pues hubiera molado, pero no me voy a quejar jajaja. Fue todo un espectáculo, poder disfrutar de los 3 lobos ibéricos salvajes en la total tranquilidad que ofrecía la montaña esa mañana, fue, sin duda alguna, lo mejor que me ha pasado en la naturaleza en toda mi vida.

¡¡Espero que os haya gustado y nos vemos en breve con más entradas que estoy preparando!!

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